Los reporter@s han existido siempre.

No puedo imaginar la tele sin ell@s.

Si van a contarme que hay nieve en un sitio, necesito ver a alguien en la puta nieve para quedarme tranquilo.

No, no me sirve que me lo diga alguien que está muy calentito en su plató de televisión.

Estamos en 2016 y eso significa que si no me fío del tío que me está diciendo que está nevando en Wisconsin -porque por lo que sea no me cae bien- puedo ir a Internet, pinchar en este enlace http://www.skiinfo.es/wisconsin/informe-de-nieve.html y una institución gubernamental con sede en Wisconsin me dirá exactamente el tiempo que hace en Wisconsin porque -además de habernos gastado miles de millones en investigación para poder construir satélites y mandarlos fuera del planeta para que con unas movidas increíbles nos puedan asegurar que la información que nos llega del espacio es correcta- ellos están allí y con asomarse a la ventana ya lo saben y pueden decírmelo con una posibilidad de acierto del 99,9%. Y tenemos ese pequeño margen de error por si el día que llamamos te coge el teléfono el gilipollas.

Es más, si se diera el caso de que no me fíe de ese enlace, seguro que buscando un poco por Internet encuentro un enlace que me lleve directo a una WebCam de Wisconsin.

Sin embargo, si estoy viendo la tele, necesito que -si un presentador me dice que está nevando en Winsconsin- inmediatamente pase esto:
«Está nevando en Wisconsin y tenemos a una persona allí. ¿Qué tal por Wisconsin, Jose?”
– «Pues nevando»
«Gracias, Jose»

Y cortan la conexión con Jose, que se ha ido hasta Wisconsin para que yo me quede tranquilo.

Como he trabajado en televisión sé que la última frase de Jose, la que no se escucha, es “de nada, hijo de puta». 

Pues además de a esto y en estos días, los reporteros se enfrentan a la política.

De hecho, en estas últimas semana, veo reporter@s por todas partes cada vez que enciendo la tele.

Están repartidos por todo el puto país cubriendo las mentiras del candidato que sea.

Aparecen en pantalla preocupados por cómo fingir que está pasando algo distinto pero que -en el fondo- saben que podría decir así: “Aquí seguimos, si. Escuchando la misma mierda de siempre sabiendo que al final pasará lo mismo”. 

Pero eso no puede hacerse porque está feo así que les toca rellenar ese tiempo tratando de hacer malabares lingüísticos para que a nosotros -desde casa- nos parezca que todo está siendo super emocionante.

He tenido la suerte de conocer la parte de atrás de ese curro y hoy quiero mandarles mi ánimo a tod@s ell@s.

Quiero que tod@s los reporter@s del mundo sepan que mi corazón se solidariza con el puto infierno que es rellenar el tiempo que tienen que estar en pantalla dando volteretas para que -una vez que devuelvan la conexión- nosotros no pensemos:

“¿Y este gilipollas?”

Así que esta vez va para ellos.

He querido enseñaros como sería el mundo de los reporteros si decidiesen ser completamente sinceros con nosotros.

Os quiero.